Arte

Los jardines de Monet

La historia de Oscar Claude Monet empieza y termina en su jardín. El pintor impresionista más famoso de Francia culminó allí su obra observando la superficie del lago cubierto de nenúfares. Su pasión era pintar la luz, el agua y el aire a pesar de que sabía de una u otra manera que éste era un objetivo inalcanzable.

Nació en París y se trasladó a El Havre a los cinco años, se saltaba las clases para sentarse frente al mar. Empezó pintando caricaturas de los habitantes de la ciudad hasta que conoció a Boudin con el que descubrió la pintura de paisajes. Así decidió vivir toda su vida a orillas del río Sena en Normandía. Tanto amó el mar que quiso que sus restos permanecieran en una boya para flotar eternamente.

El pintor al aire libre se movía continuamente, sobre todo por problemas financieros, pero siempre terminaba viviendo a orillas del Sena. El río se convirtió en el epicentro de la vida del artista. Solía sumergirse en él puesto que consideraba necesario integrarse con la naturaleza para poderla transmitir como quería. Este fue el motivo por el que Monet instaló su estudio en un barco para poder elegir en cada momento el lugar y la perspectiva que quería pintar y estando más cerca del agua.

Utilizó la naturaleza como un espejo para expresar lo que vivía en su interior. Se mudó a Francia en Argenteuil donde vivió con Camille con quien tuvo a su hijo Jean. Esta pasión por la naturaleza, la luz y el agua pronto le atormentó. Los cambios del clima y el mal tiempo le impedían trabajar al aire libre, lo que le provocaba episodios de ira y frustración.

La obsesión por la pintura le causaba tal sufrimiento que llegó a lamentarse de ello. Pintaba bajo cualquier estado climático y hubo quién fue testigo de cómo Monet se deshacía de sus propios lienzos pisoteándolos o haciendo una hoguera con ellos. Intentaba una y otra vez capturar cosas intangibles como los reflejos del agua, las nubes en el cielo, los destellos del sol, o el paso de una estación a otra de las flores, lo que finalmente le llevó a admitir que era algo francamente imposible.

El jardín de Monet, un lugar absolutamente pensado y creado por él, siguiendo una escala de colores de los más fríos a los más cálidos, era una gran colección de luces. Sin embargo, había un elemento que hacía incompleto a este jardín para un hombre que siempre había vivido a orillas del Sena, el agua. Era capaz de ver la belleza debajo de la superficie, según decía su amigo Clemenceau, una visión prodigiosa.

Quería poner nenúfares sobre el agua y se encontró con la resistencia de los agricultores que pensaron en que esto contaminaría las aguas y afectaría a la agricultura. Pero él estaba firme en su propósito. Entonces en la década de 1890, empezó a trabajar en el estanque de los nenúfares, lo que le llevaría más de 10 años. Los nenúfares eran su musa: una flor que podía aunar agua y luz. Era el inicio de una historia de amor que le acompañó hasta la muerte.

En 1909 expuso en París 48 cuadros que había pintado en el estanque de los nenúfares y causaron sensación. Era el resultado de un paisaje que él mismo había pensado, creado y posteriormente pintado. Entonces, era el pintor más famoso de Francia, conocido como el pintor de la felicidad. Pero pronto cambiaría.

La belleza requería tiempo y esfuerzo para mantenerla, y con el éxito que Monet había alcanzado todo se desvaneció. Un inesperado desbordamiento del Sena en 1910, provocado por una gran tormenta al norte de Francia, hizo que el estanque de los nenúfares quedará anegado bajo una gran capa de barro.

Alice, su segunda mujer, murió de leucemia quedando Monet viudo por segunda vez. La muerte de su hijo Jean, tras un largo sufrimiento, fue su golpe final. Como siempre, intentó sobrellevar el dolor a través de la pintura, pero se dio cuenta que su valiosa herramienta, sus ojos, empezaban a fallar. Y dejó de pintar.

En 1914 Francia vivió unas elecciones claves para el país y los reporteros buscaban al político Clemenceau, pero no daban con su paradero. Él estaba llevando a cabo un plan para conseguir que su amigo volviera a pintar. Monet no sólo volvió a pintar, sino que inició uno de los proyectos más grandes y ambiciosos de su vida. Al mismo tiempo que sucedía esto, Francia entraba en la Primera Guerra Mundial y Clemenceau fue nombrado ministro de Guerra.

Todos los franceses fueron llamados a las filas y Monet podía escuchar desde su jardín a los heridos agonizando, todos los jardineros fueron llevados a la guerra y sin embargo Monet no dio su brazo a torcer, «si los bárbaros quieren matarme, que lo hagan ante mis lienzos», dijo.

A menudo se piensa que las obras de Monet reflejan la felicidad, pero lo cierto es que muchas de ellas reflejan plenamente su visión sobre la guerra. Irónicamente, el deterioro de su vista, que seguía empeorando, le permitió ver y expresar el mundo de «otra forma», borroso. Lo que se convertiría en una fortaleza, en un valor añadido para la obra del pintor.

¿Por qué pintó 3 décadas sobre la misma temática?

Este reconocido artista fue uno de los creadores del movimiento impresionista francés, y como a todo impresionista le gustaba pintar paisajes al aire libre. Especialmente buscaba diferentes visiones sobre la luz en un mismo paisaje permanentemente. Lo mismo le pasó con otras series, siendo Los Nenúfares una de las más conocidas.

También le preocupaba que el espectador pudiera apreciar la evolución del paisaje, pero lo hacía más a través de los colores que por el dibujo. No fue una serie basada en el dibujo, sino en manchas y colores únicos.

Estas obras eran cuadros alargados, pintados al óleo sobre lienzo, cuya medida era similar a los carteles publicitarios en vez del standard de los cuadros tradicionales del momento.

Fue un artista muy prolífico, obsesionado y reiterativo.

Si te gusto esta nota, te invitamos a que te registres en nuestra web haciendo clic acá, ¡para no perderte de nada!  

Seguinos en nuestras redes como @rorukagourmet